Con el tiempo se ha llegado a difundir la creencia entre los consumidores de que los pollos más amarillos que encontramos en el supermercado o en las tiendas son más saludables que el resto, como si eso fuera una señal de que han sido criados en libertad y alimentados de manera natural. Inconscientemente se relaciona al pollo amarillo con el pollo de corral.
También es verdad que los etiquetados que suelen acompañar a los pollos a la venta contribuyen a la confusión, tal y como los publicitan. De hecho, hay una tendencia generalizada a considerar que los pollos con aspecto más blanquecino se criaron en granjas extensivas y que su carne resulta menos saludable. Sin embargo, no es tan sencillo como pueda parecer. Al fin y al cabo, recuerda que al pollo se le agrupa en las categorías de carnes blancas, junto con la de pavo y la de conejo.
La alimentación que se les da a los pollos es la responsable de su color. Como resultado, en ese sentido resulta indiferente si están en libertad en una granja tradicional o si se encuentran en una de carácter intensivo. El color amarillo lo aporta el comer mucho maíz, pues este tiene betacaroteno, el responsable de ese tono más amarillento del pollo. El maíz es el único cereal que lo contiene. | @publico