En junio de este año, María (nombre ficticio) aprobó la prueba de acceso a la abogacía. Después de seis años de estudios universitarios —cuatro para el grado de Derecho y dos del máster habilitante— y las correspondientes prácticas en un despacho de abogados, esta joven madrileña de 28 años consiguió el título necesario para poder ejercer la profesión. Antes de superar el examen, recibió una oferta de uno de los principales despachos españoles para iniciar su carrera profesional en el bufete con unas condiciones más que satisfactorias. Sin embargo, y tras meditarlo mucho, acabó por rechazarla. «He decidido no colegiarme ni ejercer. Quiero dedicarme al derecho, pero en otras vertientes«, confiesa a El Confidencial.