Pues lo veo sepsi

Mayo. Festival de Cannes de 2023. Manu Ríos aparece en la alfombra roja para presentar Extraña forma de vida, el mediometraje de Pedro Almodóvar en el que participa y, como mandan las circunstancias, lo hace vestido de Saint Laurent, que ha producido la película. Lleva lo que parece una camisa escotada rematada por un fajín, diseño de Anthony Vaccarellopara la colección de la maison del próximo otoño. En el desfile, esta prenda la llevaba un modelo espigado y de torso plano, pero sobre el cuerpo de Ríos, más musculado, la camisa es otra cosa: crea un escote que deja ver parte de sus pectorales, un equivalente masculino al canalillo. El pecho masculino siempre ha gozado de mucha más libertad para exhibirse en público, pero hasta ahora no había usado las armas de la indumentaria femenina en fiestas de guardar. Porque aquí no hablamos de Tarzán: después de décadas de recatados esmóquines, llega el equivalente al vestido de noche sexy para él. Y no solo Ríos lo llevaba aquella noche en Cannes. Su compañero de reparto José Condessa también.

Escote-de-él

Según la arqueología de la hemeroteca, el término No pecs, no sex (algo así como sin pectorales no hay sexo) vio la luz en 1994 como eslogan en un gimnasio de Manhattan, uno de los primeros capitaneados por el gurú del fitness David Barton. Barton, forzudo metido a empresario de éxito, fue definido por The New York Times como “el hombre que hizo que ir al gimnasio fuese guay” (aunque también, con más mala uva, como alguien que “tiene tantos músculos que parece un cuadrado”). En los primeros noventa, convertir cualquier cosa en un estilo de vida aspiracional pasaba de manera ineludible por relacionarlo con el sexo: los anuncios de Calvin Klein llenaban las revistas y las marquesinas de imágenes explícitas con modelos masculinos de torsos marmóreos y convirtieron en estrellas a figuras como Mark Wahlberg; en la novela American Psycho, publicada en 1991, Bret Easton Ellis dedicaba párrafos y párrafos a describir la tabla de ejercicios de un yuppie fibrado y majareta, y series que moldeaban los gustos de medio mundo, como Melrose Place, estaban construidas sobre repartos masculinos de hombres blancos, jóvenes y curtidos en el gimnasio. Especímenes que se pasaban más tiempo en la piscina, en la ducha o en la cama que en cualquier otro lugar. Pero, por ahora, el fenómeno no había llegado a la alfombra roja. | @elpais

Tom Selleck fotografiado en 1980 en Los Ángeles. Es un arquetipo de la época. Su pecho velludo es un referente a la hora de recordar las fisionomías de Hollywood: él era el favorito de los defensores de «el hombre, como el oso, cuanto más pelo…».