Mucho antes del estreno de la incomprendida ‘El destino de Jupiter’, los Wachowski ya habían comenzado a practicar el noble arte de coger desprevenido al público medio. El clímax de ‘Matrix Reloaded’ sigue siendo una de las apuestas más radicales del cine de entretenimiento: culminar una frenética película de acción, ciencia-ficción y artes marciales con un monólogo. Y ni siquiera es un monólogo cualquiera, sino uno que cuestiona la propia mitología de la saga. No es simplemente que la revolución de Neo parezca condenada al fracaso, sino que ni siquiera es una revolución en primer lugar.
Provocadora, estimulante e irrepetible, la secuencia de El Arquitecto es la clave para entender la singularidad de una trilogía como ‘Matrix’. Así que nos hemos propuesto analizarla paso a paso, frase a frase. Esta es la bomba de relojería que los Wachowski implantaron en nuestro cerebro allá por 2003.
Puede parecer que es la primera vez que lo vemos, pero no es así. En la primera entrega de ‘Matrix’, cuando Neo (aún John Anderson) está en la sala de interrogatorios, los Wachowski presentaron la escena con el enigmático plano de unos monitores. Hasta la secuela no descubrimos que se trataba del punto de vista de El Arquitecto, que no pierde ni un segundo en presentarse como el creador de Matrix. Y, por tanto, como Dios (o una cierta idea binaria de Dios, al menos). Su parecido con Sigmund Freud no puede ser casualidad: los directores escogieron al actor Helmut Bakaitis con esa idea en mente.
Oh, chico. Ya empezamos. El Arquitecto le echa en cara a Neo su condición humana, estableciendo desde el principio que él no lo es. Ni siquiera es exactamente un “él”, sino un programa informático con complejo de Dios y capacidad para autoreplicarse (es decir, para crear otros programas). Es el diseñador del software, pero él (o ello) también es software. Su misma forma de hablar parece subrayar su escasa necesidad de hacerse pasar por algo remotamente mamífero, al contrario que el resto de programas que Neo ha conocido en Matrix. El Arquitecto se expresa a través de largas cadenas de razonamiento, conectadas entre sí por marcadores del discurso (casi siempre en latín). Por consiguiente, estamos hablando del material ideal para una parodia de Will Ferrell.