A los 40 años, Samuel ha tenido que empezar de nuevo su vida desde cero. Ha perdido a todo su círculo social. La razón: abandonar losTestigos de Jehová. «Mi familia y mis amigos de toda la vida dejaron de hablarme porque ya no soy Testigo. Si te ven por la calle no te saludan, no hay llamadas ni contacto de ningún tipo», apunta.
«Ellos están bajo la amenaza de que, si mantienen en contacto con una persona que ya no está dentro, pueden ser expulsados. Eres preso de la organización; no es tu vida, es la que ellos han querido que tengas. Estás en sus manos», explica.