Procede del latín apricus. Válido para prendas y lugares, es el uniforme de los exhibicionistas.
Me gusta esta palabra porque es algo más que un gesto, porque señala intención y disposición de hacer algo sin necesidad de decir ni una palabra. Tiene su origen en el árabe hispano al-adhaman, (garantía) y dhaman, que sería «seguridad» o «garantía». Cuando una persona trataba de reemplazar dicha garantía, apelaba a promesas que acompañaba por gestos ampulosos. Así, el significado de ademán fue cambiando hasta asociarse a los movimientos que realiza un individuo para transmitir un mensaje o dar a entender algo.
Este término me gusta mucho; por su sonoridad, y por su precisión. Me he dado cuenta de, aunque esté en todas las aceras, no mucha gente lo conoce. Cuando le he dicho a alguien: «Cuidado, no metas el pie en el alcorque», me han mirado como si viniera de Marte. «Alcorque» me gusta, pero también «alcornoque», de significado tan distinto.
Viene del árabe hispánico al‘aǧamíyya. Son los textos que los moriscos (musulmanes de España convertidos al cristianismo voluntariamente o no) escribían en lengua romance pero con caracteres árabes. No quedan más de doscientos manuscritos. Se aplica también a los textos judeoespañoles transcritos con caracteres hebreos.
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