«Parece que las neuronas sensibles a la progesterona en el hemisferio ventral anterior actúan como guardianes del rechazo sexual», afirma la coautora principal Basma Husain. «Cuando una hembra está fuera de su ventana fértil, estas neuronas se vuelven muy activas, lo que provoca el rechazo. Pero durante la fertilidad, su actividad disminuye, lo que permite que se produzca el apareamiento».
¿Cómo se activan o desactivan estas neuronas en función de la fertilidad? Para investigarlo, el equipo realizó experimentos de electrofisiología, midiendo la actividad de las neuronas sensibles a la progesterona en cortes cerebrales. «Descubrimos que en las hembras no receptivas, estas neuronas recibían más señales excitatorias, lo que las hacía más propensas a activarse», explica Gutiérrez-Castellanos. «En las hembras receptivas, recibían más señales inhibidoras, lo que reducía su probabilidad de activación. Es un testimonio de lo adaptables y flexibles que pueden ser las conexiones neuronales en el hipotálamo (y el cerebro)».
Los investigadores estimularon artificialmente estas neuronas durante la fase fértil, lo que provocó comportamientos de rechazo como patadas y puñetazos. «Es como encender un interruptor: aunque las hembras eran fértiles, actuaron como si no lo fueran», afirma la coautora principal Basma Husain.
Por el contrario, silenciar estas neuronas con un fármaco químico en hembras no receptivas redujo las conductas de rechazo, aunque curiosamente no las hizo totalmente receptivas, lo que indica que dos poblaciones distintas de neuronas, una que controla el rechazo y la otra la receptividad, trabajan en conjunto para producir la conducta apropiada según el estado interno de la hembra.
«Esta configuración le da al cerebro dos ‘perillas’ para ajustar», explica Lima. «Es una forma más eficiente y robusta para que el cerebro equilibre estos comportamientos, asegurando que el apareamiento ocurra cuando la concepción es más probable, mientras se minimizan los riesgos y costos del apareamiento, como la exposición a depredadores o enfermedades».
Según Husain, «es probable que este sistema dual añada flexibilidad a la regulación cerebral del comportamiento sexual. El sexo no es determinista. Incluso durante la fase receptiva, una hembra puede rechazar a los machos, por lo que la capacidad de recurrir a ambos conjuntos de neuronas puede permitir comportamientos más matizados y dinámicos».
En particular, estos hallazgos coinciden con investigaciones recientes que muestran que las neuronas sensibles a la progesterona en el VMH posterior, que impulsan la receptividad sexual, experimentan cambios similares dependientes del ciclo, pero en la dirección opuesta: activas durante la fase fértil e inactivas fuera de ella.
«El VMH existe en los seres humanos y probablemente desempeña funciones similares», señala Lima. «Estudios recientes en modelos de ratón han demostrado que el VMH cambia en condiciones patológicas como el síndrome de ovario poliquístico. Además, el aislamiento social de ratones hembra durante el desarrollo puede provocar una receptividad sexual reducida, con alteraciones en la misma área cerebral, lo que subraya la relevancia clínica del VMH». | @abc
La psilocibina es un compuesto que se encuentra principalmente en algunos hongos, sobre todo los de la familia de las Psilocybe que se conocen como setas mágicas. Cuando se ingiere, se transforma en otra sustancia, la psilocina, que tiene propiedades psicodélicas. Los psicodélicos son compuestos capaces de generar estados alterados de consciencia. Permiten percibir la realidad de forma diferente. En concreto, la psilocibina, o la psilocina, activan los receptores de la serotonina en el cerebro. La serotonina es un neurotransmisor relacionado, principalmente, con el estado de ánimo y las emociones. Esa activación produce efectos en el cerebro.
Los primeros efectos que causa el consumo de psilocibina son los agudos que duran unas seis horas tras ingerirla. Consisten en que la conectividad del cerebro se desorganiza. Las conexiones que tenemos normalmente en el cerebro y que nos hacen percibir la realidad como la percibimos y sentirnos como nos sentimos, cambian y tienden a desorganizarse, de forma que se presentan los síntomas típicos de los alucinógenos en los que se percibe la realidad de forma distinta. Se pueden ver los colores diferentes o se pueden tener alucinaciones visuales, sentir que no se es uno mismo, se distorsionan el concepto del yo y la percepción del tiempo. Y esto se debe en gran medida a esa desorganización de las conexiones del cerebro.
Además, hay otros efectos que son más persistentes y que pueden durar hasta 21 días. Estos son los que tienen más que ver con su investigación para salud mental porque afectan a la plasticidad cerebral. La plasticidad es la capacidad del cerebro para transformarse, crear nuevas neuronas, generar nuevas conexiones, etc. Se cree que estas sustancias son capaces de ampliar la plasticidad cerebral, la capacidad de aprender. Esto supone que mejore el estado de ánimo o que, por ejemplo, se responda mejor a una psicoterapia, la cual es esencial para que los efectos positivos de estas sustancias se mantengan. Es decir, lo que hacen estas sustancias es facilitar el proceso de recuperación de, por ejemplo, una depresión.
Además, también generan cambios persistentes en la conectividad cerebral. Después de las seis horas que te decía antes, la conectividad se restablece y uno vuele a sentirse normal, pero todavía continúan ciertos efectos más sutiles en la conectividad que también se han relacionado con mejorías en los síntomas de la depresión. Tras el tratamiento, la persona puede experimentar una mejoría rápida en el estado de ánimo y una atenuación de los síntomas depresivos, cosa que en ocasiones puede tardar varias semanas con los antidepresivos convencionales. | @elpais
Hasta aquí la parte positiva, pero también hay una negativa. Las experiencias con psicodélicos como la psilocibina pueden ser muy intensas y, por tanto, pueden dar mucho miedo y pueden llegar a convertirse en una vivencia muy traumática, lo que se conoce coloquialmente como un mal viaje […] Tomarla una persona sola y sin experiencia puede ser peligroso.
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