“Tengo miedo. Miro a mis mayores y todos tienen una nube gris sobre sus cabezas generada por sus trabajos. Llegan a casa y sigue ahí, no se va nunca. Veo a mi padre ausentándose lo que decía que iban a ser 10 minutos y termina siendo más de una hora en pleno sábado tras una llamada ‘urgente’ del trabajo. Veo a mi madre llegando tarde del trabajo al menos tres días a la semana. Veo a mis primos entrar en el mercado laboral y observo como les cuesta horrores encontrar trabajo de lo que han estudiado. Yo no quiero todo eso para mí. Me gustaría tener paz mental en mi vida y un empleo que me lo permita. ¿Será una utopía?”. Escribe Marta,una joven española de 18 años, que empieza a otear el horizonte en busca de un futuro.
A raíz de la demanda de empleos que posibiliten priorizar la vida personal, dos corrientes han surgido en Europa. Por un lado, en países como Italia, buscan una movilidad laboral que les permita ir de un trabajo a otro e ir adaptando este a la situación personal del individuo. Por otro lado, en España prefieren opositar y encontrar la seguridad de un trabajo fijo.
Multitud de jóvenes españoles desean ser funcionarios. Esta es una tendencia al alza. Según una reciente encuesta realizada por España Mejor, casi el 50% de los jóvenes españoles quieren trabajar para el Estado. ¿La principal razón? “Estabilidad, ahí está la clave”, expone Carmen, una joven funcionaria que trabaja en Correos. “Un salario seguro, un trabajo fijo y un horario que no te obligue a echar horas de más y poder disfrutar de la vida”, ese es el estilo de vida que atrae a las nuevas generaciones.