Baia baia

«Mi sobrino se había quedado sin tabaco y me pidió un cigarillo. Yo estaba buscando el paquete, así que no me enteré de nada. El semáforo se puso en verde, empezamos a caminar y nos cruzamos con un grupo de chavales. De repente, pum, pum, pum, golpes por todos lados sin mediar palabra. Ni hola, ni tonto, ni feo. Nada. Todo fue muy rápido», explica Alfonso, que se llevó la peor parte, aunque sus sobrinos también recibieron algunos puñetazos. A él, además, lo patearon en el suelo.

La indignación y la impotencia superan incluso al dolor físico, porque Alfonso, que mide casi dos metros, pesa 120 kilos y trabaja en un taller de montaje de neumáticos, no tuvo la oportunidad de defenderse. «Cuando me levanté, salieron corriendo. Si te sorprenden así, no puedes hacer nada, porque es algo que no esperas», relata la víctima, que sigue dándole vueltas al motivo: «No sé si fue una apuesta o que iban completamente fuera de sí, pero a mí no me conocían de nada».

Alfonso, con la cara ensangrentada, se encontró con una patrulla de la Policía Local de Estepona, a la que le contó lo sucedido. Las unidades de servicio dieron una batida por el puerto deportivo y en cuestión de minutos localizaron a un individuo que encajaba con las características físicas descritas por las víctimas. Al ver a los agentes, el joven se dio a la fuga.

Tras una persecución de más de 200 metros a pie, los policías locales le dieron alcance. El chico, marroquí, 18 años recién cumplidos, reaccionó con violencia contra los agentes, a los que escupió e insultó reiteradamente. Al parecer, llegó a amenazarlos con gritos del tipo: «Hijos de puta, que se muera vuestra familia, os tengo que matar». @diariosur