William S. Burroughs: Cuando las drogas se vuelven escritura.

El forocochero Capitán Manco nos habla de William S. Burroughs, uno de los autores más importantes de la denominada Generación Beat estadounidense, y de su agitada vida con el sexo y las drogas.

William Seward Burroughs II nació en St. Louis en 1914, hijo de una familia adinerada dueños de la Burroughs Corporation, una fábrica de calculadoras. El idilio de Willy con las drogas se remonta a su más tierna infancia, ya que como él reveló, cuando tenía 2 años le fue administrada por error una dosis de adulto de morfina para combatir unos dolores, llevándolo a un colocón que recordaría toda su vida. Cuando más tarde en su adolescencia descubrió que el Opio producía una sensación análoga a una sobredosis de morfina, probar esa droga se convirtió en su obsesión, y más tarde otras tantas.

Tras una infancia entre St. Louis y un Colegio Privado en Santa Fe, donde tuvo sus primeras experiencias no homo, y se dice que fue expulsado al ser pillado consumiendo Hidrato de Cloral con un compañero, Willy fue a Harvard a realizar un grado en Artes, donde perdió su otra virginidad con una prostituta a la que visitaba a menudo. Con un Sueldo Nescafé 200 dólares mensuales de la época que le pasaban sus padres (unos 3000 dólares actualmente) y que estuvo ingresando a lo largo de 25 añazos, Willy era libre de vivir y hacer lo que le saliera de las pelotas donde quisiera sin tener que ser un esclavo del trabajo; y aprovechando esta ventaja, Burroughs no se quedó quieto en Massachusetts, ya que el dinero de su paguita le permitía realizar continuos viajes culturales a Nueva York, donde empezó a verse envuelto en el ambiente no homo clandestino de la City junto a su amigo Richard Stern.

Tras acabar sus estudios y cursar un Máster en Antropología en la misma universidad, decidió irse de viaje a Viena a comerse unas cuantas Wieners de calidade en varias saunas de la ciudad del Danubio, y otras tantas en Budapest. En ese viaje acabó conociendo a Illse Kappler, una judía croata con la que se casó para que obtuviese el permiso de ciudadanía estadounidense y de la que se separaron al poco tiempo. Tras ese pequeño viajecito, volvió a EEUU y se presentó para combatir en la Segunda Guerra Mundial.

Aún creyéndose un máquina, un monstruo, un crack, un figura, un mastodonte por tener un título universitario, no le dieron un puesto de oficial, y lo relegaron a soldado raso, lo que hizo que entrara en una depresión de caballo; y ante la posibilidad de que el niño acabara hecho un colador en una isla random del pacífico, los Burroughs recurrieron a un amigo neurólogo para que le diagnosticara una discapacidad mental, alegando un error a la hora de alistarlo. 5 meses de espera estuvo hasta que finalmente lo descartaran para el ejército. Su capacidad mental estaba ya en entredicho de todas formas, ya que unos meses antes llegó a mutilarse la falange del dedo meñique solo para llamar la atención de un hombre que le hacía tilín.

A pesar de su Sueldo Nescafé nuestro protagonista tenía ciertas costumbres que hacían que a menudo no le alcanzara la pasta, y es que le gustaba pillar drogas cosa mala. Así que junto a su novia Joan Vollmer, su amigo Jack Kerouac y Edie Parker, la pareja de este último, se pillaron un pisito de solteros en el Greenwich Village Neoyorkino, donde se pasaban el día escribiendo, filosofando y poniéndose como el culo. Willy le pegaba muy duro a la morfina, y llegó a vender heroína por el barrio para costearse su adicción, aunque más tarde se volvería adicto también al caballo. Joan, en cambio, le pegaba más bien a las anfetaminas, aun obviando el hecho de que tenía una hija menor de edad, y el padre si estaba luchando en la guerra. La adicción de Joan a las anfetas le costó el divorcio de su marido, perder la custodia de su hija y ser internada en una institución psiquiátrica. Poco después de su ingreso, Willy le pidió que se casara con él. El matrimonio nunca llegó a ser oficial del todo, ya que Burroughs seguía legalmente casado con Kappler y no se divorciaron hasta años después, aunque llegaron a tener un hijo: William Burroughs Jr.

Pero la cosa cambiaría radicalmente en muy poco tiempo. En 1946, fue detenido con la acusación de haber falsificado recetas médicas para obtener narcóticos, así que tomo la decisión de mudarse a México un mínimo de 5 años, los necesarios para que los delitos de los que se le acusaba prescribieran. Pero poco duraría su estancia allí: tras su escapadita a México huyendo de la justicia estadounidense, y tras una noche “encontrándose a sí mismos” en un bar con unos conocidos, Willy tuvo una idea brillante: Él se llamaba William no? ¡Coño!, ¡Guillermo Tell se llamaba igual que él! Así que ni corto ni perezoso, le propuso a su mujer la genial idea de imitar la hazaña del héroe suizo, y atravesar una manzana por encima de su cabeza. Pero no tenían manzanas… ni arco y flechas para atravesarla… ¿cómo podrían hacerlo?

Así que falta de manzana, decidieron usar un vaso de cristal de la barra, y a falta de arco y flechas, Burroughs sacó una pistola de mano de su bolsa. Como era de esperar, cuando llevas encima más drogas que una antología de Escohotado, la precisión a la hora de disparar un arma puede fallar un poquitín aun siendo un tirador experimentado… y Willy, más que darle al vaso, le voló la cabeza a su mujer de un balazo, acabando con su vida en el acto. Jamás volvió a ser el mismo.

Esta experiencia trágica, admitido por él mismo, es lo que hizo que se volcara en la escritura.

Me veo forzado a la terrible conclusión de que nunca me habría convertido en escritor, salvo por la muerte de Joan, y a la comprensión de hasta qué punto este evento ha motivado y formulado mis escritos. Vivo con la constante amenaza de posesión, y una constante necesidad de escapar de la posesión, del control. Así que la muerte de Joan me puso en contacto con el invasor, el Espíritu feo, y me condujo a una lucha de por vida, en la que no tuve más remedio que escribir mi camino.

A lo largo de los siguientes años, Willy vivió en París, Tánger o Londres (donde estuvo a terapia unos cuantos años para intentar desintoxicarse de la Heroína definitivamente), moviéndose siempre continuamente por problemas legales derivadas del consumo de drogas y estupefacientes, hasta que finalmente volvió a su país y se instaló definitivamente en Lawrence, Kansas, donde residió el resto de su vida hasta su muerte en el año 1997.

Burroughs paseándo junto a Kurt Cobain en su retiro en Lawrence.

La obra literaria de Burroughs es esencialmente autobiográfica, hablando de su adicción a la heroína, o sus viajes a Sudamérica buscando Ayahuasca de calidad, aunque en ella imperan también la magia y el ocultismo, la evasión a otras realidades:

En el universo mágico no hay coincidencias ni accidentes. Nada ocurre a no ser que alguien tenga la voluntad de que eso ocurra. El dogma de la ciencia es que la mera voluntad no puede tener efecto sobre las fuerzas externas, y creo que eso es ridículo, que es tan malo como la Iglesia. Mi punto de vista es el contrario al punto de vista científico. Creo que si te encuentras a alguien por la calle es por alguna razón, al igual que los antiguos decían que si alguien era mordido por una serpiente era asesinado. Yo creo en eso.

A Burroughs le debemos la comercialización de la técnica literaria del Cut-up, en la que mediante la fragmentación de un texto en varias partes, se puede generar distintos significados dependiendo solo del orden en el que se lean esos fragmentos. Esta técnica ya había sido aplicada por Dadaístas como Tristan Tzara en los años 20, pero exclusivamente a la poesía. Fue Burroughs, con libros como El Almuerzo desnudo (1959) el que posteriormente influyó en novelas construidas con esta técnica, como Rayuela de Julio Cortázar. Aunque también tuvo su influencia en el mundo de la música, siendo admirado por figuras tan dispares como The Beatles, Bob Dylan, Patti Smith, Michael Stipe, Thurston Moore, Lou Reed, David Bowie, Tom Yorke o Kurt Kobain (el cual visitó pocas semanas antes de suicidarse)

Burroughs en la portada del Album de The Beatles Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band

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Con su audaz uso de colores, formas e iconografía, Bar captura el espíritu de una persona o el corazón de un problema, con claridad y humor y su estilo, reconocible al instante, le ha establecido como uno de los ilustradores con mayor demanda del mundo.

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