Las escaleras de entrada de Nueva York pueden haber sido un simple legado de la práctica holandesa de construir edificios elevados. Se ha documentado ampliamente que la escalera de entrada cumplía la función de mantener a las personas y sus hogares separados del estiércol de caballo, que se acumulaba en las calles a un ritmo elevado. Los caballos fueron el principal medio de transporte en Nueva York durante décadas, y los ciudadanos comunes tenían miles de ellos en la ciudad.
La escalera de entrada como dispositivo social
Tradicionalmente, en las ciudades de América del Norte, la escalera de entrada cumplía una función importante como lugar para encuentros sociales breves e incidentales. Las amas de casa, los niños y otros miembros del hogar se sentaban en la escalera de entrada fuera de su casa para relajarse y saludar a los vecinos que pasaban. De manera similar, mientras se hacía un recado, uno se detenía y conversaba con los vecinos sentados en sus escaleras. En una comunidad urbana, las conversaciones en las escalinatas contribuían a difundir chismes y reafirmar las relaciones casuales. De manera similar, era el lugar donde los niños se reunían para jugar a juegos callejeros como el stoop ball. Los habitantes de las ciudades que carecen de patios suelen celebrar ventas en las escalinatas en lugar de las ventas de garaje.
En su libro fundamental The Death and Life of Great American Cities, Jane Jacobs incluye la escalinata como parte de su modelo de la calle urbana autorregulada. Al proporcionar una presencia humana constante que vigila la calle, instituciones como las escalinatas previenen el crimen callejero, sin la intervención de figuras de autoridad. Además, motivan un mejor mantenimiento y embellecimiento de las calles, al otorgarles un valor social y utilitario.
La periodista y escritora Marta Fernández (Madrid, 49 años), visitó este miércoles La Ventana de la Cadena SER para hablar las presiones que sufre la mujer por su aspecto físico. “Yo presenté informativos durante muchos años. En 2008 dejé de fumar y engordé diez kilos. El subdirector me llamó al despacho para decirme que si quería seguir presentando tenía que adelgazar porque había engordado”, explicó a los oyentes del programa de Carles Francino. Y recalcó que por aquel entonces hacía su trabajo sentada, detrás de una mesa: “Se me veía desde el ombligo hasta los hombros, no se notaba en pantalla y aunque se hubiera notado, la grasa no se me puso en el cerbero en ningún momento para impedir contar las noticias”.
Fernández admitió que fue a un dietista y perdió esos diez kilos: “Creo que habría adelgazado de cualquier otra manera porque tenían que ver con el tabaco”. Y aseguró que este tipo de situaciones no son algo que afectaba a sus compañeros varones. | @elpais