Es astrofotógrafa, vivió un año en la Antártida y muestra sus fotos por primera vez
La meteoróloga Jorgelina Álvarez acaba de regresar de una «invernada» en la Base Marambio. Tomó fotos exquisitas, incluso cuando la sensación térmica era cercana a los 40 grados bajo cero.
“Base galáctica”: Sobre un sector de la Base Marambio se puede ver el “Centro galáctico”. Está por encima de las antenas y parece elevarse desde el techo hacia el cielo. En el medio y hacia la izquierda, se ve el planeta Júpiter (Gentileza: AstroLina Photography).
“Contacto”: inspirada en una de sus películas favoritas, se ve Júpiter (el punto brillante en el centro, hacia abajo). “El planeta estaba en la época de su mayor cercanía con la Tierra, por eso el brillo”, explica. También se ve el Centro Galáctico lleno de objetos astronómicos, como la nebulosa “Saco de carbón”, la “Galaxia enana”, la nube mayor de Magallanes (el manchón blanco arriba a la izquierda) y las miles de millones de estrellas que decoran el paisaje de la base.
“MI 171 E”: la foto lleva el nombre del helicóptero de la Fuerza Aérea que voló frente a millones de estrellas durante la campaña antártica de verano. “Lo que vemos es nuestra propia galaxia, nuestro hogar, la vía láctea”, explica Jorgelina. “En la foto se descubre un universo mágico con una puesta en escena universal que maravilla y nos conecta en la noche con nosotros mismos y con la inmensidad del infinito”.
“Firmamento”: “Fue una de las últimas noches despejadas y con oscuridad, porque a partir de octubre tuvimos solo luz de día. El punto más brillante, casi sobre el horizonte, es Venus; el otro es Júpiter. Sobre el paisaje de la Base Marambio se ve el domo, que sirve para proteger la antena satelital de Arsat.
“Full moon”: “El cielo se pintó entre la luna y las nubes. La luna llena, en composición con las nubes medias y altas, lograron ese color espectacular”. Abajo, los témpanos del mar de Weddell.
“Mi espacio”. “Esta imagen fue hecha con una de las sensaciones térmicas más bajas que sentí durante las noches antárticas: 39 grados bajo cero. Ahí estaba la vía láctea en todo su esplendor: ¿Cómo no fotografiarla?”, pregunta Jorgelina.
“Selfie”: el reflejo de la conexión de Lina con el universo.
Isla Cockburn: “La foto fue hecha durante una noche soñada de junio, con temperaturas agradables, viento casi calmo y cielo despejado. Se ven Júpiter y Marte, dos galaxias vecinas (los dos manchones blancos arriba a la izquierda), la nube mayor y menor de Magallanes y el brazo galáctico. El mar de Weddell en su momento de máxima congelación y la isla Cockburn (al centro).
“Meteorología en movimiento”: “Lo que ven es el movimiento de la Tierra durante un período de tiempo. Para hacer una foto como ésta se necesita tiempo de exposición: en este caso, son 250 fotos que luego procesé en un programa para generar ese trazo de la estrella”. Abajo, la oficina de meteorología de la Base Marambio.
Pabellón científico: “Es muy importante porque muchos científicos (meteorólogos, geólogos, astrónomos e ingenieros) acuden ahí para desarrollar sus proyectos”. En el cielo, la Vía Láctea.
“Planetas”: Se pueden apreciar, por un lado, Marte, Saturno, Júpiter y Venus. Además se ve una luz en forma triangular, llamada “luz zodiacal”, que solo puede verse en regiones en las que hay poca o nula contaminación lumínica. Además, se ve el brazo espiral de la Vía Láctea, que recorre casi todo el cielo. “Al momento de hacer esa foto la sensación térmica rondaba los 38 grados bajo cero”.
Torre de control: La torre es el espacio en el que un controlador (desde octubre es una mujer) se ocupa de guiar los vuelos durante todo el año.
“Twin lácteo”: Las Águilas, como llaman a los pilotos y a los mecánicos del avión Twin Otter, sacaron la aeronave para que Jorgelina la fotografiara junto a las miles de estrellas que se dejaron ver esa noche. “Fue una noche hermosa. Hacían dos grados positivos, el viento estaba calmo y el cielo totalmente despejado”. Ese es el avión que se usa para volar por la Antártida.
“Escorpión”: “Llegué a Marambio en noviembre y recién en marzo pude fotografiar un paisaje astronómico. La razón es que hasta ese momento no teníamos noches: durante diciembre y enero tenemos luz del sol durante las 24 horas”. La foto es de un cielo nocturno.
“No somos más que polvo de estrellas”: se llama la foto. El nombre hace alusión a la frase del gran científico Carl Sagan, adorado por ella.
“Oasis”: “Esa noche el viento rondaba los 46 km/h, la temperatura era de 15 grados bajo cero y la sensación térmica de 25 bajo cero. El tiempo que se podía estar afuera sin correr riesgo de congelamiento era inferior a una hora. La ventisca, que es nieve levantada por el viento, volvió el paisaje blanco. De fondo, la luna que comenzaba a elevarse sobre el horizonte”.
[…] En 1985 Pajitnov era miembro del centro de computación de Dorodnitsyn, como parte de la Academia de Ciencias en Moscú. El matemático, muy aficionado a los rompecabezas y acertijos, pretendía crear una versión para ordenador del clásico juego Pentominós. En este, una serie de piezas geométricas formadas por cinco cuadrados deben colocarse de forma que encajen dentro de una figura cuadrada o rectangular o en una caja si el juego es tridimensional. Pajitnov se planteó un nuevo reto: ¿qué pasaría si el puzzle se hiciera en vertical y las piezas fueran cayendo desde arriba?
Como si tuviera que resolverse dentro de un vaso visto del frente y con la posibilidad de arrastrar o girar las piezas, Pajitnov comenzó a trabajar en su videojuego. Tras comprender la dificultad que suponía usar piezas de cinco cuadrados decidió emplear las de cuatro y lo bautizó como ‘Tetris’, palabra que combina el término griego ‘tetra’ (cuatro) y su deporte favorito, el tenis. Su lanzamiento oficial se produjo el 6 de junio de 1985 y en su primera versión, el juego estaba en blanco y negro y no tenía música, además empleaba figuras simples como corchetes y asteriscos para dar forma a las piezas y la caja vertical. […]