Estoy 100% con Ánjel.

Hace poco en una tutoría un profesor de bachiller me dijo que le llamó la atención a una alumna y esta se puso a LLORAR, comentó que los profesores hoy en día tienen que tener un cuidado extremo a ver qué dicen y cómo lo dicen no vayan a herir a algún alumno… Surrealista.

Cansado de faltas de respeto» y desinterés, llegó a la conclusión de que «la adolescencia al completo» le producía rechazo. «Veo estupidez allá donde mire. Ya no comprendo ni soporto nada de lo que hacen. No soporto tanta ignorancia. Casi cada uno de ellos simboliza la imbecilidad», afirma en el libro, un relato que muestra con desgarradora sinceridad una realidad poco conocida en la enseñanza. | @elmundo

Enviado por Junipero.

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En el mueble del estrecho salón hay un marco con tres fotos. En otros tiempos, esta posición de honor correspondería a estampas de algún viaje familiar, de la comunión de los niños de la casa o de los abuelos. Pero son tres perros: Hachiko, Sparky y Dama. Los tres murieron y fueron las primeras mascotas de Lorena García.

Esta joven de 29 años vive ahora con su pareja, Luisen Zegarra, de 26, una perrita de un año que es la primera en saludar efusivamente a los recién llegados, y cinco gatos, de los que describen su personalidad como si se tratara de sus propios hijos: «Nolan es el bueno, Gwen Stacy es la que más reclama atención, todo el día chillando, Kika ronronea automáticamente cuando la tocas, el Sebas es como el papá de manada y el pequeño Mochi, el más cauto. Cuando aparece, decimos que va a ser un día de buena suerte». Completa el pequeño zoológico una periquita, la sargento Blue, que observa, inalterable, toda la algarabía del salón desde la seguridad de su jaula.

«Nosotros somos una familia multiespecie», declara Lorena, mientras acaricia a una de sus gatas, que van y vienen por el salón saltando del suelo al sofá y del sofá a la mesa de centro. A su lado, Luisen hace lo propio con la perra Kana, que juguetea con un palo de plástico entre los dientes. «Son nuestros hijos, para mi son como mis niños», afirma Luisen. «Yo no me planteo tener hijos porque la cosa está muy complicada económicamente y por todo lo que conlleva, yo he tenido muchos hermanos y no».

España es uno de los países con la tasa de natalidad más baja del mundo-6,9 nacidos vivos por cada 1.000 personas en 2022-. La tendencia es a un claro descenso desde 2008 cuando se alcanzó el mayor pico desde los años 80 impulsado por la población inmigrante. En paralelo a este proceso, que se está dando de forma similar en todo el mundo occidental, algunos datos, no tan ilustrativos, sí llevan a pensar que las familias españolas cada vez tienen más mascotas a su cargo.

En España hay más de 30 millones de mascotas. Según el secretario general de ANFAAC, Santiago de Andrés, estas cifras demuestran la buena salud del sector y reflejan el incremento de los censos de perros y gatos durante la pandemia por COVID-19.Estudio de Censos 2021 ANFAAC y Veterindustria

Una predisposición natural a ser cuidadores

Aunque pueda parecer un fenómeno actual y occidental, las mascotas han acompañado al ser humano desde la prehistoria. El perro, que no es otra cosa que un lobo domesticado, fue el primer animal en convertirse en mascota, esto es, animales domesticados con los que desarrollamos vínculos emocionales que exceden la utilidad práctica.

«Es difícil de precisar, pero se cree que hace 40.000 años desarrollamos la capacidad de pensar a otros animales como individuos sociales», declara el doctor en psicología Marcos Díaz Videla, dedicado a la antrozoología, el estudio del vínculo humano-animal. El psicólogo, admite que la posmodernidad ha sido un espacio fértil para «nuestra predisposición natural para vincularnos con otras especies», pero no ve un nexo causal entre el aumento del número de mascotas y el descenso del número de hijos: «Más bien, los mismos factores que favorecen un fenómeno, favorecen también el otro».

¿Cumplen los animales el papel de los hijos que muchas familias no tienen por diversas cuestiones? Para Díaz Videla, las mascotas «nos permiten desplegar nuestra predisposición a ser cuidadores con la que evolucionamos», pero no son un sustitutivo de los hijos. “Toda forma de relación tiene solapamientos con otras y tiene particularidades. De modo que el vínculo con nuestros animales comparte prácticas parentales del cuidado de hijos. Esto sucede tengas hijos o no”. | @20m

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