«Cuando sé que voy a beber, me tomo un omeprazol antes de salir de fiesta«, comenta Beatriz, una joven de 28 años que reconoce que lleva bastantes años con esta práctica. Según ella, siempre le ha funcionado «a las mil maravillas». Y, ojo, no es la única.
No hay que perder de vista que el omeprazol no es inocuo y lleva asociados con él una serie de efectos secundarios. «Si bien son poco frecuentes y generalmente leves, en algunos casos pueden presentarse alteraciones graves», apunta Tárraga. Entre los efectos adversos más frecuentes se incluyen cefalea, mareos, náuseas y diarrea.
Más grave es el problema relacionado con la pérdida de la función de barrera defensiva del ácido del estómago. Como apunta el doctor, este efecto adverso favorece los cambios en la flora intestinal con sobrecrecimiento bacteriano. ¿La solución? Lo que reitera Agustí: «El omeprazol es un medicamento muy bueno pero que debemos reservarlo para aquellas situaciones que realmente lo requieren». | @elespanol
Proceso de forja de barras de ferralla, un elemento fundamental en la construcción, consistente en una barra muy larga de hierro o acero con diámetro constante que se emplea para reforzar estructuras.
Un joven, visiblemente nervioso, entra en una vivienda de Garachico aprovechando que hay una ventana abierta por la que puede colarse. Rompe parte de la misma y accede al interior. Allí vive un conocido vecino, de unos 80 años, que, sorprendido, ve al hombre blandir un cuchillo cebollero de grandes dimensiones.
A gritos, el individuo le pide “todo lo que tenga” quiere, sobre todo, “dinero y joyas”, es algo que insiste. Este vecino tiene algo a su favor: debido al trabajo que desarrolló durante toda su vida ha sido entrenado para este tipo de momentos: sabe mantener la calma, hablar bajo al asaltante, tener la situación controlada dentro de lo imprevisible de la misma.
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Una joven campesina lucha contra el sida y por la justicia en China. A pesar de los encubrimientos del gobierno, Ximei está defendiendo audazmente a las víctimas de la epidemia de sida causada por donaciones de sangre contaminada. En la década de 1990, una campaña iniciada por el gobierno chino logró que campesinos y campesinas comunes vendieran su sangre. Se pagó cinco dólares estadounidenses, aproximadamente el salario de un mes, a los residentes pobres de la provincia de Henan por sus donaciones de sangre. Las conservas de sangre se revendieron a precios elevados, con consecuencias catastróficas para muchos receptores. El material médico contaminado provocó que unas 300.000 personas se infectaran con el VIH, lo que desencadenó una epidemia de sida. Tras enfermar, la campesina Ximei, como muchos otros, se encuentra aislada en las llamadas «aldeas del sida», donde, en lugar de rendirse a la muerte, lucha resueltamente por su vida y la de sus semejantes. Sus valientes acciones, compasión y optimismo convirtieron la tragedia de los marginados de Henan en una historia de esperanza. La película premiada fue producida por Ai Wei Wei.