Además, no entiendo por qué tanto drama… ¿qué problema hay con que un tío haga escalada? Ya es quejarse de vicio.
En fin, es domingo de otra tarde cualquiera jugando al Tinder. Toni tiene 24 años y en la foto los pantalones remangados mostrando pierna fuerte sobre rocódromo azul. Crucecita roja. Next. Sergio tiene 27 y dice que le gusta la “aventura” desde su foto con rocódromo amarillo. Next. Nil, 25, le encanta “hacer montaña” y en su foto al menos se ve algo de naturaleza. Next. Ángel, 26, con mascarilla y tirantes sobre rocódromo gris, encima dice que es un “traveller”. Next. A Pablo, 28, le han hecho la foto de vértigo a lo Misión Imposible desde la cima de la montaña. Marea un poco y te hace sentir culpable tirada en el sofá. ¡Next! Sergi, 26, escalando sin camiseta entre acantilados. Charlie, 24, foto desde lo alto de la cima. ¡Next, next, next! ¿Es que no queda un solo tío a quien no le guste la escalada? No, no quiero entrar en la lista de espera del rocódromo ni tampoco ver qué hueco me queda en la montaña de moda de mi zona.
La gran moda de la escalada, que ha acabado de petar paradójicamente con la desescalada posterior al confinamiento en España ante la falta de bares y otras actividades, tiene bastantes razones de ser, por mucho que me duela: es como un gimnasio pero en divertido, te pone fuerte en bastante poco tiempo y encima una vez lo aprendes te abre las puertas a disfrutar de la naturaleza.
Las licencias federativas para deportes de montaña y escalada —que incluyen alpinismo, barranquismo o senderismo— han aumentado un 78% en diez años, de 139.325 a 248.983. | @codigonuevo