Cuando una persona trabaja y tiene que vivir en la calle, es que las cosas están muy mal…

En la Quinta de los Ingleses, a veinte kilómetros del centro de Lisboa, Marcia Alvaro (41) y Andreia Machado (49), dos inmigrantes brasileñas, se sientan sobre una manta a beber zumo de naranja con vistas al océano Atlántico. Desde hace dos meses, ambas forman parte de un campamento donde viven otras decenas de trabajadores que, como ellas, no pueden pagar un alquiler en la zona metropolitana de la capital.

«En el barrio de Arroios, en el centro de Lisboa, yo pagaba 400 € por compartir un cuarto con otras tres personas y los chinches de la cama. Para estar aquí solo tuve que invertir en una tienda de Decathlon», bromea Marcia.

El campamento de la Quinta dos Ingleses. (J. R.)

Marcia y Andrea son limpiadoras con contrato, pero no pueden pagar un alquiler en la ciudad. Cobran el sueldo mínimo, poco más de 700 euros, mientras les piden 400 no por un piso, ni siquiera por un cuatro, sino por una cama en Queluz, a las afueras de Lisboa. «Al principio pagaba 200 euros por una cama en un cuarto compartido, que después subió a 300 y luego a 400, más de la mitad de mi salario«, lamenta Andreia.

Sacan el agua de las duchas de la playa de Carcavelos y hacen sus necesidades bajo los árboles. Aunque cueste creerlo, su vida ha mejorado en algunos aspectos: «Como no tengo el peso de pagar un alquiler, puedo permitirme ir al supermercado y comprar mejor comida que antes«, dice Andreia. «No me falta de nada. A veces vamos a bañarnos a la playa, otra simplemente nos bajamos a comer mirando el mar», remata Marcia. | @elconfidencial