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Un grupo de 23 okupas, entre los que se encuentran menores de edad, han invadido un chalé en la urbanización Río Park de Mutxamel (Alicante), aprovechando una ausencia breve de un par de días de la dueña de la vivienda, que no puede hacer nada por recuperarla hasta agosto, como mínimo, debido a la moratoria antidesahuciosaprobada por el Gobierno por la pandemia del coronavirus.

Tras avisar a la Policía Local y la intervención también de efectivos de la Guardia Civil –que contaron hasta 23 personas dentro del chalé en ese momento— la afectada se encontró con que los agentes solo podían tramitar la denuncia y hasta dentro de dos meses no se les podrá desalojar, porque hay menores de edad y se considera legalmente una situación familiar de vulnerabilidad. | @abc

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Julia Espinosa, investigadora del Departamento de Psicología de la Universidad de Toronto y especialista en habilidades cognitivas de los perros, reconoce que la investigación de Bray y su equipo es “muy sólida científicamente”. Espinosa cuenta que le sorprendió un nivel tan alto de respuesta de los cachorros a los estímulos humanos a una edad tan temprana. “Esta es una evidencia realmente importante de que los perros son sensibles a las señales sociales humanas a pesar de que estén pasando por las primeras etapas de su desarrollo físico y mental”.

Bray y Espinosa coinciden en que a lo largo de la evolución, los perros domésticos han adquirido una preparación biológica para reconocer y responder a las señales humanas desde una edad temprana, y también en que es innegable el vínculo especial que se forma entre ellos y los humanos. Esta relación involucra apego y comportamientos comunicativos y es muy parecida a la que vemos entre padres e hijos humanos. Espinosa, sin embargo, insiste en la importancia de los factores externos para potenciar o reducir estas habilidades genéticas. “Creo que es necesario recordar que incluso los rasgos heredables como los investigados en el artículo de Bray a menudo dependen de factores ambientales para que se desarrollen plenamente”. | @elpais

Los lagos salados del Oasis de Siwa en el desierto del Sahara – Egipto

Siwa es uno de los secretos mejor guardados de Egipto. Este oasis milenario protegido por el desierto del Sahara a 600 km de El Cairo, se ha convertido en uno de los sitios más enigmáticos del norte de África. El desierto del Sahara nos abrigó, y nos permitió descansar en su tersa arena dorada como el sol, que al nacer en el horizonte se mimetiza perfectamente con las dunas infinitas que se extienden ante nuestros ojos.

 

Más info:

El oasis de Siwa está en Egipto, a 700 kilómetros de El Cairo y muy cerca de la frontera con Libia. De hecho, es parte del desierto Líbico, ubicado en el noreste del desierto del Sahara. Rodeado de miles de kilómetros cuadrados de arena y viento, el ecosistema de Siwa permite la vegetación por encontrarse en un oasis. El agua subterránea brota y permite increíbles lagos en el medio del desierto. Y también el desarrollo de plantaciones como dátiles y olivas. Aquellos aventureros que quieran ir podrán conocer los rastros de una civilización con miles de años de historia que nos dejó grandes reliquias arquitectónicas. También caminarán por los mismos lugares que Alejandro Magno y que Cleopatra, ilustres visitantes del lugar Incluso serán testigos de uno de los escenarios de la Segunda Guerra Mundial.